La agenda del móvil como arma defensiva

Hay que intentar tener mano
Todos sabemos que la privacidad es algo que los Gobiernos se pasan por el arco de triunfo, y que las declaraciones de las empresas proveedoras, asegurando que no compartirán tus datos con nadie son, en el mejor caso, una broma de mal gusto.

Las agencias de inteligencia del mundo entero recopilan tus datos, los procesan y controlan perfectamente quienes son tus conocidos, con quién te tratas, a quienes tienes entre tus amigos y qué redes sociales se tienden entre la población. Con eso creen tener un control absoluto de lo que se mueve, y acaso tengan razón. O no, ya se irá viendo..

Como no hay modo de enfrentarse directamente a ese poder, a los ciudadanos nos queda hacerles un Tujachewsky. Más información sobre ese mecanismo en este libro, aunque sea una novela.

La idea fundamental es que quien no tiene ojos se convierte en topo, y quien tiene demasiados ojos se convierte en mosca. Y eso es lo que podemos hacer con ellos: convertirlos poco a poco en moscas.

En la práctica, la idea consiste en añadir a la agenda del teléfono móvil una docena, o un centenar, de teléfonos al azar. Cada cual tiene que saber el modo de distinguir esos números de los que realmente utiliza: con un prefijo, en una carpeta distinta o cada cual a su buen saber, pero esos teléfonos, inventados y correspondientes apersonas que no conocemos, incrementarán la densidad de nuestra red de contactos, haciendo muy difícil distinguir nuestros verdaderas relaciones de las que simplemente son morralla y ruido.

Como se trata de combinatoria, ¿sabéis hasta qué punto dificulta esta técnica el seguimiento de las listas de contactos? ¿Sabéis en qué orden de magnitud aumentan las redes que hay que rastrear? ¿Sabéis qué tipo de complicación genera distinguir la información real del ruido en cualquier proceso?

Cuando no puedes impedir que te escucha, te queda hablar todo el dí y a lo tonto. Y el que analiza las conversaciones, que se vaya preparando...

Es triste, pero no hay otra...



Cómo se gana una guerra

La reciente entrada de las tropas rusas en el conflicto sirio me hace concebir la esperanza de que al fin se concluya la sangría que sufre ese pueblo, o que al menos el sufrimiento no se prolongue durante décadas, como ha sucedido en Afganistán, destruyendo cualquier esperanza de futuro.

Y no baso esa esperanza en que Putin y los suyos sean más suaves o sepan intervenir de modo quirúrgico sino, paradójicamente, en todo lo contrario.

Durante siglos, para bien o para mal, Occidente supo hacer valer su fuerza militar para ganar las guerras, pero de un tiempo a esta parte parece que ya no somos capaces de ganar las guerras, o de conservar el terreno, de modo que cualquier sitio al que vamos se convierte en una especie de avispero enquistado que, a la larga, produce más destrucción y muerte que una acción verdaderamente decidida. Eso, si es que se quiere ganar, por supuesto, y no hacer una especie de paripé cuyos fines son muy distintos...

Aunque resultase obvio en otros tiempos, creo que es bueno repasar la vieja fórmula de la victoria:

-Me da igual cómo te llames:

Al que quiere ganar una guerra le dan igual las siglas del enemigo,. A un ejército en retirada no le puede bastar dejar de ser hoy ISIS para ser Al Nusra y mañana cambiar  Al Qaeda o Frente Sirio de Liberación. Me da igual cómo te llames: te tengo calado y te voy a sacudir igual.

-Me da igual en qué bandera te envuelvas:

No importa quién dices qué te apoya, porque el que tiene las tropas sobre el terreno soy yo. Los rusos ya lo hicieron en Ucrania y les funcionó. Si de veras tus amigos lo fuera hasta el punto que dices, estarían aquí, pero como no están aquí, sino en un despacho en el quinto carajo, te puedes ir preparando. La realidad es lo que tiene: cuando tus amigos vengan, lo hablamos, pero entre tanto, reza lo que sepas...

-Me da igual bajo qué tejado te ocultes:

Esto es la guerra, ¿sabes? Si bombardearon Colonia o Hiroshima, también podemos bombardear el pueblo en el que te ocultas. Es jodido, no nos gusta, pero es lo que hay, y los de esa aldea harían bien en recibirte a pedradas o buscar el modo de que te vayas, porque ni eso te va a librar. El truco de alargar una guerra hasta el infinito escondiéndote en las escuelas no te va a servir de nada. La guerra se acaba mañana, con tu rendición o con tu entierro. Lo que gustes...

-Me da igual a quién utilices de escudo:

Que te he dicho que la guerra se acaba mañana. Ocultarse tras civiles es una marranada y una contravención de las normas internacionales, y no te va a servir. Es una lástima, pero te lo vamos a hacer entender muy pronto. En lugar de esconderte tras una pobre vieja, echa a correr o ríndete, porque a lo mejor tenemos que matar a la vieja, pero nadie te librará a ti...


Siento ser así de crudo, pero de este modo es como las guerras se acaban y se ganan. Los demás sistemas, los aparentemente humanitarios, sólo multiplican la sangre, el dolor y la destrucción. Lamentablemente, lo más humanitario no es siempre lo más flojo ni lo más contenido... Y si no se está dispuesto a entenderlo, o se cree que los tuyos no lo entenderán, mejor no te metas. Dedícate a fabricar relojes de cuco y a guardar en sótanos el oro de los demás, como los suizos, y no intentes arreglar la casa de nadie.

Que también es una forma de ganar.


Grecia, la ocasión que no se puede perder. Expulsión o revolución.

En temas como este, en que el enfrentamiento suele ser político o incluso estético, se deja a un lado demasiado a menudo la estrategia y los debates se pierden en consideraciones bizantinas que poco tienen que ver con las verdaderas motivaciones de los contendientes.

Por tanto, sin entrar a juzgar lo que personalmente prefiero, o lo que creo que sería mejor, creo que sería conveniente analizar la crisis griega como oportunidad estratégica parea ambas partes. Una oportunidad que, en los dos lados,  hay mucha gente que dice que no se puede perder.

Unión Europea:

Para la Unión Europea, el actual Gobierno griego brinda una ocasión que no se puede perder porque desde hace años hay muchos líderes europeos que piensan que la pertenencia griega al Euro genera muchos más inconvenientes, a través de la incertidumbre, que beneficios, por el ínfimo peso del país.

No es asumible que un país con el 2% del PIB europeo genere incertidumbres de manera cíclica, acapare las agendas y se convierta en un estorbo para el desarrollo del a Unión. Así las cosas, a muchos les gustaría que se diese por perdido lo que se les ha prestado y se marchasen de una vez con viento fresco, sirviendo de paso de escarmiento a la población de todos los demás países que están pensando en imitar sus aventuras.

Las pérdidas son perfectamente asumibles, y de hecho, ahora sólo se anotarían en cuenta, porque todo el mundo sabe que cuando las pérdidas realmente se produjeron fue en el momento de entregarles el dinero, no en el momento de constatar que no lo pueden devolver. Con las pérdidas descontadas, y algunos países tentando la suerte del populismo, la actitud de Tsipras y Varoufakis en la negociación brinda una ocasión que no se puede perder para apretarles las tuercas lo bastante para que sean ellos los que, por temor a su pueblo, acaben tomando la puerta de salida.

¿Qué se pierde que no se haya perdido ya? ¿Qué más se puede perder si se les da una oportunidad y el ejemplo se extiende? Si se responde a esas dos preguntas con franqueza, el incentivo está claro.

Grecia:

Del lado del Gobierno griego, pasa algo similar. Saben que no podrán devolver la deuda y saben que para evitar decirlo en voz alta pueden pasarse 30 años en medio de recortes y ahogos. ¿Vale la pena semejante salida? Puede que desde el punto de vista económico la alternativa sea aún peor, pero en el aspecto social, con la gente cabreada aquí y ahora, hay pocas cosas peores que decirle a ala gente que les quedan otros 30 años de sufrimiento.

El problema real de Grecia no reside en que no pueda devolver la deuda, sino en que no puede mantener su nivel de gasto. Es un país pobre con niveles de gasto de país rico y eso no se puede sostener en el tiempo. Descontada la deuda, su presupuesto sigue sin cuadrar. ¿Qué se puede hacer entonces? ¿Disminuir el gasto? Sin duda, pero es mejor hacerlo generando un enemigo exterior que refuerce la cohesión interna, porque en caso contrario el enfrentamiento se producirá entre los propios griegos.

Esa es la ocasión que no pueden perder los griegos: la depone a cero los contadores echando, de paso, la culpa al exterior. Además, y aunque personalmente me parece improbable, existe la posibilidad de que el propio Gobierno griego quiera conducir deliberadamente al país a una situación de emergencia para convertir en aceptable una política marxista de expropiaciones. Sería una revolución, pero desde dentro, y con la policía a tus órdenes, en vez de enfrente.

Una ocasión que, para los marxistas más radicales, sin duda no se puede perder...




Oye Obama, que han sido los griegos

Todos lo tenemos claro: la política de sanciones contra Rusia es un invento norteamericano para reforzar su posición al tiempo que se debilita la europea. Mientras los Estados Unidos sacan pecho económico y geopolítico con el sufrimiento financiero de Rusia, los europeos nos comemos la parte negativa de esas sanciones, complicando, por ejemplo, nuestro propio suministro energético.

No es de extrañar por tanto que  esas sanciones se hayan aprobado en Europa con cuentagotas, a remolque, y bajo la amenaza norteamericana de perjudicar nuestro comercio exterior.
Y ahora,, justamente, aparece el nuevo Gobierno griego anunciando casi a bombo y platillo que no hará más sanciones contra Rusia, único valedor (de aquella manera) que le va quedando al ejecutivo de Tsipras.

A pesar de su gesto circunspecto, los dirigentes europeos con Merkl a la cabeza se han apresurado a presentar a Putin un plan de paz.  ¿Y por qué? Porque no se puede desaprovechar esta ocasión de resolver el desaguisado con Rusia teniendo un bobo útil al que echarle la culpa de todo.

Ahora es Obama el que se encuentra con que sus sanciones no salen adelante, y no por la mala voluntad de Francia o Alemania, sino por ese país insignificante al que muy poco más se le puede ya presionar. Ahora es Obama el que va a tener que buscar la manera de convencer a los griegos de que levanten el veo, y puede que por ahí, y no por Europa, reciban un poco de aire fresco, o alguna mínima esperanza el gobierno de Syriza.

¿Veremos a los EEUU pidiendo al FMI que afloje un poco la mano?

Depende del interés norteamericano en el conflicto de Ucrania o en el desgaste de Rusia, pero que nadie lo descarte...