Grecia, la ocasión que no se puede perder. Expulsión o revolución.

En temas como este, en que el enfrentamiento suele ser político o incluso estético, se deja a un lado demasiado a menudo la estrategia y los debates se pierden en consideraciones bizantinas que poco tienen que ver con las verdaderas motivaciones de los contendientes.

Por tanto, sin entrar a juzgar lo que personalmente prefiero, o lo que creo que sería mejor, creo que sería conveniente analizar la crisis griega como oportunidad estratégica parea ambas partes. Una oportunidad que, en los dos lados,  hay mucha gente que dice que no se puede perder.

Unión Europea:

Para la Unión Europea, el actual Gobierno griego brinda una ocasión que no se puede perder porque desde hace años hay muchos líderes europeos que piensan que la pertenencia griega al Euro genera muchos más inconvenientes, a través de la incertidumbre, que beneficios, por el ínfimo peso del país.

No es asumible que un país con el 2% del PIB europeo genere incertidumbres de manera cíclica, acapare las agendas y se convierta en un estorbo para el desarrollo del a Unión. Así las cosas, a muchos les gustaría que se diese por perdido lo que se les ha prestado y se marchasen de una vez con viento fresco, sirviendo de paso de escarmiento a la población de todos los demás países que están pensando en imitar sus aventuras.

Las pérdidas son perfectamente asumibles, y de hecho, ahora sólo se anotarían en cuenta, porque todo el mundo sabe que cuando las pérdidas realmente se produjeron fue en el momento de entregarles el dinero, no en el momento de constatar que no lo pueden devolver. Con las pérdidas descontadas, y algunos países tentando la suerte del populismo, la actitud de Tsipras y Varoufakis en la negociación brinda una ocasión que no se puede perder para apretarles las tuercas lo bastante para que sean ellos los que, por temor a su pueblo, acaben tomando la puerta de salida.

¿Qué se pierde que no se haya perdido ya? ¿Qué más se puede perder si se les da una oportunidad y el ejemplo se extiende? Si se responde a esas dos preguntas con franqueza, el incentivo está claro.

Grecia:

Del lado del Gobierno griego, pasa algo similar. Saben que no podrán devolver la deuda y saben que para evitar decirlo en voz alta pueden pasarse 30 años en medio de recortes y ahogos. ¿Vale la pena semejante salida? Puede que desde el punto de vista económico la alternativa sea aún peor, pero en el aspecto social, con la gente cabreada aquí y ahora, hay pocas cosas peores que decirle a ala gente que les quedan otros 30 años de sufrimiento.

El problema real de Grecia no reside en que no pueda devolver la deuda, sino en que no puede mantener su nivel de gasto. Es un país pobre con niveles de gasto de país rico y eso no se puede sostener en el tiempo. Descontada la deuda, su presupuesto sigue sin cuadrar. ¿Qué se puede hacer entonces? ¿Disminuir el gasto? Sin duda, pero es mejor hacerlo generando un enemigo exterior que refuerce la cohesión interna, porque en caso contrario el enfrentamiento se producirá entre los propios griegos.

Esa es la ocasión que no pueden perder los griegos: la depone a cero los contadores echando, de paso, la culpa al exterior. Además, y aunque personalmente me parece improbable, existe la posibilidad de que el propio Gobierno griego quiera conducir deliberadamente al país a una situación de emergencia para convertir en aceptable una política marxista de expropiaciones. Sería una revolución, pero desde dentro, y con la policía a tus órdenes, en vez de enfrente.

Una ocasión que, para los marxistas más radicales, sin duda no se puede perder...




Oye Obama, que han sido los griegos

Todos lo tenemos claro: la política de sanciones contra Rusia es un invento norteamericano para reforzar su posición al tiempo que se debilita la europea. Mientras los Estados Unidos sacan pecho económico y geopolítico con el sufrimiento financiero de Rusia, los europeos nos comemos la parte negativa de esas sanciones, complicando, por ejemplo, nuestro propio suministro energético.

No es de extrañar por tanto que  esas sanciones se hayan aprobado en Europa con cuentagotas, a remolque, y bajo la amenaza norteamericana de perjudicar nuestro comercio exterior.
Y ahora,, justamente, aparece el nuevo Gobierno griego anunciando casi a bombo y platillo que no hará más sanciones contra Rusia, único valedor (de aquella manera) que le va quedando al ejecutivo de Tsipras.

A pesar de su gesto circunspecto, los dirigentes europeos con Merkl a la cabeza se han apresurado a presentar a Putin un plan de paz.  ¿Y por qué? Porque no se puede desaprovechar esta ocasión de resolver el desaguisado con Rusia teniendo un bobo útil al que echarle la culpa de todo.

Ahora es Obama el que se encuentra con que sus sanciones no salen adelante, y no por la mala voluntad de Francia o Alemania, sino por ese país insignificante al que muy poco más se le puede ya presionar. Ahora es Obama el que va a tener que buscar la manera de convencer a los griegos de que levanten el veo, y puede que por ahí, y no por Europa, reciban un poco de aire fresco, o alguna mínima esperanza el gobierno de Syriza.

¿Veremos a los EEUU pidiendo al FMI que afloje un poco la mano?

Depende del interés norteamericano en el conflicto de Ucrania o en el desgaste de Rusia, pero que nadie lo descarte...