La gran mentira: los trabajos que la gente de aquí no quiere hacer

Algunos tópicos, además de tópicos son falsos y hay que atajarlos de raíz. Es mentira que existan trabajos que las personas de aquí no quieran hacer y que por eso tengan que venir a ocuparlos los inmigrantes. Es falso. Lo que no quieren hacer los trabajadores locales es esos trabajos a ESE PRECIO.

A los que se les llena la boca hablando de libertad de mercado y capitalismo se les olvida que, por alguna razón, hay trabajos que tienen poca demanda, ya sea por su dureza, por su repetitividad o por su naturaleza desagradable. Y en lugar de aumentar el precio, que sería lo lógico y lo que dicen los sacerdotes de la oferta y la demanda, atraen artificialmente oferta de mano de obra para que los trabajos se cubran sin aumentar los salarios.

El mecanismo es simple: si para un empleo cualquiera baja la oferta de mano de obra, debería subir su precio. Pero en vez de eso se traen esclavos para que la oferta de mano de obra se mantenga y los precios no varíen, o bajen aún más.

Y con tal de no subir los salarios para adecuar el precio de la mano de obra a la oferta, se ha hecho cualquier cosa: abrir las fronteras, cargar masas humanas a los gastos sociales, demonizar a la clase trabajadora llamando vagos a los que no aceptan esas condiciones, y hasta apelar a la sensiblería, la lágrima fácil y la solidaridad mundial, con fotos de gente caminando en la nieve y niños ahogados en el mar. Pero el hecho es invariable: no existen trabajos que la gente de aquí no quiera hacer, siempre que el salario sea adecuado a las condiciones de ese trabajo.

Y esta dinámica, ya lo veréis, se repetirá en el futuro: los trabajadores de la industria se van a ir cayendo del mercado como fruta madura, víctimas de la automatización, y tendrán que buscar trabajo en sectores inferiores, hoy ocupados por inmigrantes. Y ahí surgirá, ya está surgiendo, la gran tensión: si los foráneos ocupen esos puestos, los autóctonos no tendrán a dónde ir cuando el árbol se sacuda. Por eso, a medida que la robotización avance, habrá más voces que pidan cierre de fronteras, para que los que caen de la industria puedan hacerse camareros, por ejemplo. Y esa tensión, hasta la fecha, la está explotando la extrema derecha, porque la izquierda se ha empeñado en ofrecer moralina a los trabajadores en vez de soluciones a sus problemas. Eso y no otra cosa es pedir una renta universal en vez de salarios dignos.

Mientras tanto, seguimos instalados en la mentira de que hay montones de trabajos que los trabajadores de los países prósperos no quieren realizar. 

Y es falso. Es injusto. Es vergonzoso. 

El miedo que los alemanes se dan a sí mismos (una estafa con gracia)

No me extraña nada que Donald Trump haya dicho que no piensa mover un dedo ni gastar un dolar más en defender a los europeos. La idea de que los alemanes tienen bases americanas en su territorio porque no son capaces de defenderse a sí mismos le resulta absolutamente ridícula al nuevo presidente americano, y le resultaría igualmente risible a cualquiera que se parase dos minutos a pensarla.

¿Que los alemanes no pueden defenderse a sí mismos? Pues menos mal... Porque cada vez que abro un libro de historia tengo la impresión de que, cuando les da por ahí, tienen capacidad de sobra para montar unas fuerzas armadas bastante inquietantes, por decirlo suavemente.

Los americanos, por supuesto, no han sido ni filántropos ni altruistas al desplegar sus bases por el mundo, pero hay que reconocerles el derecho a dejar de ser el gendarme del mundo cuando mejor les parezca, o cuando sus intereses vayan pro otro lado.

Y entonces los europeos, u muy particularmente los alemanes, no pueden quejarse de desprotección ni poner el grito en el cielo por tener que hacerse cargo, por una vez, de sus propios gastos de defensa.

El caso de Alemania es particularmente sangrante. Desde la guerra fría de los años cincuenta, cuando el resto de potencias europeas se gastaba verdaderas fortunas en armamento, ¿qué se gastaban ellos? Poco o nada. Los gastos de defensa alemanes, vistos históricamente, son una fracción ridícula de lo que sus vecinos empleaban en la misma partida. Y todo porque decían que, tras su experiencia histórica, el militarismo les daba mucho miedo, que asustaban a sus vecinos, y que cada vez que un europeo veía un tanque alemán, aunque fuese en unas maniobras, se encerraba en el sótano de su casa.

Así las cosas, y revisando los gastos de defensa de los distintos países europeos, nos encontramos con que Alemania ha recibido una enorme subvención, acumulativa además, a costa de decir que siempre son los malos de las películas.

Nadie le había sacado tanto rendimiento a su vieja mala leche. Si acaso, lso japoneses, pero esa es otra historia y la dejamos para otro día.

No es de extrañar que los americanos se cabreen.