No me extraña nada que Donald Trump haya dicho que no piensa mover un dedo ni gastar un dolar más en defender a los europeos. La idea de que los alemanes tienen bases americanas en su territorio porque no son capaces de defenderse a sí mismos le resulta absolutamente ridícula al nuevo presidente americano, y le resultaría igualmente risible a cualquiera que se parase dos minutos a pensarla.
¿Que los alemanes no pueden defenderse a sí mismos? Pues menos mal... Porque cada vez que abro un libro de historia tengo la impresión de que, cuando les da por ahí, tienen capacidad de sobra para montar unas fuerzas armadas bastante inquietantes, por decirlo suavemente.
Los americanos, por supuesto, no han sido ni filántropos ni altruistas al desplegar sus bases por el mundo, pero hay que reconocerles el derecho a dejar de ser el gendarme del mundo cuando mejor les parezca, o cuando sus intereses vayan pro otro lado.
Y entonces los europeos, u muy particularmente los alemanes, no pueden quejarse de desprotección ni poner el grito en el cielo por tener que hacerse cargo, por una vez, de sus propios gastos de defensa.
El caso de Alemania es particularmente sangrante. Desde la guerra fría de los años cincuenta, cuando el resto de potencias europeas se gastaba verdaderas fortunas en armamento, ¿qué se gastaban ellos? Poco o nada. Los gastos de defensa alemanes, vistos históricamente, son una fracción ridícula de lo que sus vecinos empleaban en la misma partida. Y todo porque decían que, tras su experiencia histórica, el militarismo les daba mucho miedo, que asustaban a sus vecinos, y que cada vez que un europeo veía un tanque alemán, aunque fuese en unas maniobras, se encerraba en el sótano de su casa.
Así las cosas, y revisando los gastos de defensa de los distintos países europeos, nos encontramos con que Alemania ha recibido una enorme subvención, acumulativa además, a costa de decir que siempre son los malos de las películas.
Nadie le había sacado tanto rendimiento a su vieja mala leche. Si acaso, lso japoneses, pero esa es otra historia y la dejamos para otro día.
No es de extrañar que los americanos se cabreen.