¿Y si el precio del petróleo fuese irrelevante?


Una de las quejas que con más frecuencia he oído sobre Crashoil es que repite los mismos conceptos una y otra vez, como si fuesen mantras. Es posible, y es posible también que Antonio, su administrador y autor más habitual, se limite a aplicar le ley de Lem: “nadie lee nada, los que leen algo, no entienden un carajo, y los pocos que entienden algo, lo olvidan a los cinco minutos”. Así las cosas, sería necesario decir las cosas una y otra vez, a ver si la fortuna, o Gauss, quiere premiarnos alguna vez con un lector del tercer grupo.
No obstante, y para que no se diga, quiero plantear hoy una opción completamente  infrecuente, aunque sólo sea para que cada cual comprueba qué clase de razones se le ocurren para refutarla. Porque ahí, en las refutaciones que cada cual componga, está la verdadera prueba de lo que hemos asimilado de los conceptos que leemos por aquí y en otros medios similares. Sí, el argumento que voy a exponer es una especie de examen, y el modo de negar el argumento que expondré a continuación determina, y muy bien creo, en qué posición se encuentra cada uno.
Vamos allá:
El precio del petróleo es una magnitud absolutamente irrelevante mientras el petróleo siga fluyendo y el mercado  petrolífero siga funcionando. Puede tener influencia, por supuesto, en quiénes son los ganadores y quiénes son los perdedores de la partida, pero no nos dice nada del fin de la civilización, ni del colapso, ni de ese hundimiento del capitalismo por el que algunos salivan como perros de Pavlov. No indica nada de eso.
Siendo la Tierra un planeta finito y actuando la economía como sistema global, nos hallamos ante un juego de suma cero, en el que unos ganan y otros pierden, y lo único que podría conducir al colapso o al fin del sistema, tal como lo conocemos, sería la desaparición del propio mercado de petróleo. ¿Y qué tenemos en ese sentido? Que a 140$ el barril, se consumían alrededor de 90 millones de barriles diarios. ¿Y a 30$ el barril, que es  un 80% menos? Pues aproximadamente lo mismo…
Cuando el petróleo estaba a10$ el barril, los consumidores vivían muy tranquilos y muy contentos, y los productores sacaban una miseria por sus materias primas. Cuando el barril pasó a 140$, los consumidores estaban muy apretados y muy jorobados, y los productores nadaban en la abundancia hasta el punto de que algunos tuercebotas llegaron a creerse estadistas de mérito y administradores de postín. ¿Pero qué sucedió en realidad? Nada. El petróleo se consumía tanto a cinco dólares como a ciento cuarenta. Las actividades se realizaban, los pozos se perforaban, y se siguió adelante tanto a un precio como a otro. Cuando estaba caro se seguía consumiendo y cuando está barato se sigue extrayendo. Esa es la pura realidad.
Y no sólo es irrelevante su precio a nivel de consumo, sino también en relación a otras variables. El hecho de que bajen los salarios, por ejemplo, no tiene nada que ver con la energía. Los salarios comenzaron a bajar con el petróleo barato, siguieron cayendo con el petróleo caro y siguen su penoso descenso cuando el barril pasó de 140$ a 30$, igual que ahora, que ha pasado de 30$ a 50$.
Si pretendemos mantener que una variable es determinante  en el comportamiento de otra, pero vemos que la segunda no se ve afectada por los vaivenes más abruptos de la primera, tenemos que reconocer de una buena vez que estamos haciendo malabarismos, o relacionando el número de nacimientos con el número de cigüeñas. Y eso es justamente lo que pasa con los niveles salariales y el precio del barril: los nacimientos caen cuando hay pocas cigüeñas, caen cuando hay regular y caen cuando hay muchas. Los salarios caen cuando el barril está barato, cuando está a precio medio y cuando está caro. Asumámoslo de una vez: los nacimientos y las cigüeñas no están relacionados entre sí, y los salarios no guardan relación con el precio del petróleo. Las causas son otras, por mucho que pretendamos exprimir nuestros argumentos.
Porque el caso es que en las últimas fechas no sólo ha bajado el petróleo: han bajado las demás materias primas, ha bajado el factor capital, con tipos de interés negativos, y ha bajado el valor de la mano de obra, con salarios menguantes. Energía, trabajo, materias primas y capital: todo a la baja. Y nosotros, en medios como este, decimos que el problema es de la energía, mientras otros repiten que es del capital, otros que del trabajo, etc., etc. ¿Y si lo que sucede es que sobra de todo? ¿Y si lo que sucede es que cuando te has tomado cinco cafés ya te da igual que te regalen el sexto, porque no te cabe ni uno más o temes que te vaya a sentar mal? ¿Y si lo que pasa es que el consumismo también padece la ley de rendimientos marginales decrecientes? ¿Y si lo que pasa es que las máquinas ya nos han sustituido y no nos hemos dado cuenta?
Así que estoy de acuerdo con Antonio en que posiblemente esta crisis no acabe nunca, pero será aquí, y no será por el petróleo, porque ahora cuesta la tercera parte que hace unos años y no hemos mejorado tanto.
¿Bromeo? No. ¿Qué pensaríais de un médico que te dice que tienes fiebre porque tienes una infección, y te lo sigue diciendo cuando ya no aparece ni una mala bacteria en los análisis? Todo es culpa del petróleo cuando está caro, y sigue siendo culpa del petróleo cuando está barato. Algo no cuadra y la razón que tenemos en otros temas la perdemos al obstinarnos en esto.
 Da igual lo que cueste el petróleo: si algún día comienzan los apagones, o las hambrunas por falta de fertilizantes, o terminan barridos del mapa los extrarradios de las ciudades por la imposibilidad de los desplazamientos, entonces podremos, con seriedad, dar la voz de alarma. Entre tanto, nos jorobará más o menos ser nosotros los perdedores del juego cuando el petróleo suba, y nos alegraremos más o menos de ser los ganadores cuando podamos consumirlo a un precio que nos deje dinero para otra cosa, pero en un sistema cerrado, de suma cero, el precio al que se fija un intercambio no tiene efecto global. Y si lo tiene, es de otro tipo, a través de unas mayores emisiones contaminantes con precios bajos y unas menores emisiones a precios altos.
Y aún así, como ya mostré en este otro artículo, la palabra colapso le sigue viniendo grande al asunto. Hemos conocido la hambruna de la patata en Irlanda, la ocupación nazi de Rusia, el bombardeo de Hiroshima y hasta el festival de Eurovisión, y no ha habido colapso. El sistema es mucho más resistente de lo que parece.
Hay un refrán alemán que dice que lo que llena el corazón rebosa por la boca, así que a lo mejor hay que pensar que quienes se pasan el día hablando de colapso es porque ya han colapsado ellos, porque lo desean, o porque ven en su llegada una posibilidad de volver a repartir las cartas de un sistema que no les gusta. O dicho de otro modo: lo anuncian porque estarían encantados de provocarlo si pudieran. ¿O no?
O sea que menos lobos.
No se diga que no sé ser optimista